Pulgarcita

Pulgarcita

El equipo ratonil de investigación de PequeNet, encargado del caso, ha completado su misión. Y ahora, basándose en el testimonio de Hans Christian Andersen, presenta un reportaje con las conclusiones definitivas.
Cuentan que en un país muy lejano hubo una vez una mujer que no podía engendrar un bebé, por más que lo deseara. Tantas eran sus ganas de tener un niño, que recurrió a una bruja para obtenerlo. Ésta le entregó una semilla mágica, junto con las instrucciones para cuidarla. La mujer la plantó y al cabo de cierto tiempo, la planta dio una sola flor de pétalos apretados. Cuando ésta se abrió, dejó ver en su centro a una bella niña, no más grande que un pulgar, por lo que se llamó Pulgarcita. La mujer fabricó una camita para ella con una cáscara de nuez, y buscó un suave pétalo para cubrirla por la noche y que no pasara frío. Pulgarcita estaba muy contenta y era la alegría de los que la rodeaban. Pero no sólo su familia la encontraba encantadora. Cierta tarde, un enorme sapo la vio desde la ventana y decidió raptarla para casarla con su hijo. - Te colocaré en un nenúfar de la charca para que no te escapes mientras preparamos la boda - Informó el sapo. - Oh, ¿Qué haré ahora? - Se lamentaba Pulgarcita - ¡No deseo casarme con el hijo de ese sapo horrible! Los peces del río, espectadores de la escena desde el agua, sintieron lástima de la pequeña y cortaron el tallo del nenúfar, dejándolo a merced de la c - Mirad a quién he encontrado ¿No os parece bellísima? - Comentó el abejorro a sus compañeras abejas. Pues, en realidad, se había enamorado de Pulgarcita. - ¡Es horrible! - dijeron ellas - ¡Mira! Sólo tiene dos patas. - Tras este comentario, el abejorro El ratón la invitó a entrar cuando la chiquilla llamó a la puerta: - Si lo deseas, puedes pasar conmigo el invierno. Te presentaré a mi amigo el topo. Es ciego, pero también un ser muy inteligente y escandalosamente rico. Te gustará. Pero a Pulgarcita le resultaba muy difícil congeniar con un ser al que el sol, el vuelo de las aves y sus cantos le parecían males que habían de ser evitados. Sin embargo no dijo nada, y aceptó visitar al topo de vez en cuando, recorriendo la galería que éste había abierto desde la madriguera del ratón hasta su casa. Fue durante una de estas visitas que el topo comentó al ratón y a Pulgarcita sus deseos de hacerla su esposa en primavera. - Ya verás, niña, al cabo de varios años viviendo conmigo, te darás cuenta de qué absurdo es el mundo fuera de la tierra, con rayos de sol y esos ruidos de las aves. Ella estaba demasiado afligida para negarse, y decidió volver a casa para tranquilizarse. Tan inquieta iba que advirtió, a mitad del túnel, el cuerpo de una golondrina en el que en anteriores ocasiones no había reparado. Al ver al pobre pajarillo, Pulgarcita no pudo evitar abrazarse a él: - ¡Oh! Bella golondrina, que me brindaste tantos cantos en primavera, surcando el cielo con bonitos trazados. ¿Cómo llegaste a este agujero? La golondrina no estaba muerta, sino sólo aletargada por el frío, y con el calor que le proporcionaba la joven, reunió fuerzas para contestar: - Un espino hirió mi ala, caí en este hoyo y no pude emigrar a tiempo. Pero si tu me cuidas, me recuperaré pronto y podré irme al sur. ¿Vendrás conmigo? - Iré -, contestó Pulgarcita. Y desde entonces, siempre que iba o venía de visita de casa del topo, llevaba algo de comer o abrigo a la golondrina en el túnel. Se acercaba la primavera, la fecha de la boda de la diminuta joven con el topo, y la golondrin Pero Pulgarcita, montada a lomos de la golondrina, sólo tenía pensamientos para el viento que sentía en la cara, los gorjeos de los pájaros en el aire y los aromas de las flores sobre las que volaban. Viajaron durante días y noches y llegaron a un lugar donde todas las flores eran blancas. - Quedémonos aquí -, acordaron. El ave posó a Pulgarcita con delicadeza sobre una de ellas y... ...una flor cercana se abrió, dejando ver en su interior a un pequeño hombrecillo, del mismo tamaño que Pulgarcita, pero con alas en la espalda y una bonita corona sobre su cabeza. En todas las flores había uno de estos duendecillos, pero el que había mirado a Pulgarcita parecía ser el príncipe. Un pequeño guiño bastó para unir los corazones de la pareja, que celebró una bonita boda floral en la que a Pulgarcita le regalaron unas alas y por supuesto estuvieron invitadas las golondrinas.

Cuentan que en un país muy lejano hubo una vez una mujer que no podía engendrar un bebé, por más que lo deseara. Tantas eran sus ganas de tener un niño, que recurrió a una bruja para obtenerlo. Ésta le entregó una semilla mágica, junto con las instrucciones para cuidarla.

La mujer la plantó y al cabo de cierto tiempo, la planta dio una sola flor de pétalos apretados. Cuando ésta se abrió, dejó ver en su centro a una bella niña, no más grande que un pulgar, por lo que se llamó Pulgarcita.

La mujer fabricó una camita para ella con una cáscara de nuez, y buscó un suave pétalo para cubrirla por la noche y que no pasara frío. Pulgarcita estaba muy contenta y era la alegría de los que la rodeaban.

Pero no sólo su familia la encontraba encantadora. Cierta tarde, un enorme sapo la vio desde la ventana y decidió raptarla para casarla con su hijo.

– Te colocaré en un nenúfar de la charca para que no te escapes mientras preparamos la boda – Informó el sapo.

– Oh, ¿Qué haré ahora? – Se lamentaba Pulgarcita – ¡No deseo casarme con el hijo de ese sapo horrible!

Los peces del río, espectadores de la escena desde el agua, sintieron lástima de la pequeña y cortaron el tallo del nenúfar, dejándolo a merced de la c

– Mirad a quién he encontrado ¿No os parece bellísima? – Comentó el abejorro a sus compañeras abejas. Pues, en realidad, se había enamorado de Pulgarcita.

– ¡Es horrible! – dijeron ellas – ¡Mira! Sólo tiene dos patas. – Tras este comentario, el abejorro

El ratón la invitó a entrar cuando la chiquilla llamó a la puerta:

– Si lo deseas, puedes pasar conmigo el invierno. Te presentaré a mi amigo el topo. Es ciego, pero también un ser muy inteligente y escandalosamente rico. Te gustará.

Pero a Pulgarcita le resultaba muy difícil congeniar con un ser al que el sol, el vuelo de las aves y sus cantos le parecían males que habían de ser evitados. Sin embargo no dijo nada, y aceptó visitar al topo de vez en cuando, recorriendo la galería que éste había abierto desde la madriguera del ratón hasta su casa.

Fue durante una de estas visitas que el topo comentó al ratón y a Pulgarcita sus deseos de hacerla su esposa en primavera.

– Ya verás, niña, al cabo de varios años viviendo conmigo, te darás cuenta de qué absurdo es el mundo fuera de la tierra, con rayos de sol y esos ruidos de las aves.

Ella estaba demasiado afligida para negarse, y decidió volver a casa para tranquilizarse. Tan inquieta iba que advirtió, a mitad del túnel, el cuerpo de una golondrina en el que en anteriores ocasiones no había reparado.

Al ver al pobre pajarillo, Pulgarcita no pudo evitar abrazarse a él:

– ¡Oh! Bella golondrina, que me brindaste tantos cantos en primavera, surcando el cielo con bonitos trazados. ¿Cómo llegaste a este agujero?

La golondrina no estaba muerta, sino sólo aletargada por el frío, y con el calor que le proporcionaba la joven, reunió fuerzas para contestar:

– Un espino hirió mi ala, caí en este hoyo y no pude emigrar a tiempo. Pero si tu me cuidas, me recuperaré pronto y podré irme al sur. ¿Vendrás conmigo?

– Iré -, contestó Pulgarcita. Y desde entonces, siempre que iba o venía de visita de casa del topo, llevaba algo de comer o abrigo a la golondrina en el túnel.

Se acercaba la primavera, la fecha de la boda de la diminuta joven con el topo, y la golondrin

Pero Pulgarcita, montada a lomos de la golondrina, sólo tenía pensamientos para el viento que sentía en la cara, los gorjeos de los pájaros en el aire y los aromas de las flores sobre las que volaban.

Viajaron durante días y noches y llegaron a un lugar donde todas las flores eran blancas.

– Quedémonos aquí -, acordaron.

El ave posó a Pulgarcita con delicadeza sobre una de ellas y…

…una flor cercana se abrió, dejando ver en su interior a un pequeño hombrecillo, del mismo tamaño que Pulgarcita, pero con alas en la espalda y una bonita corona sobre su cabeza. En todas las flores había uno de estos duendecillos, pero el que había mirado a Pulgarcita parecía ser el príncipe.

Un pequeño guiño bastó para unir los corazones de la pareja, que celebró una bonita boda floral en la que a Pulgarcita le regalaron unas alas y por supuesto estuvieron invitadas las golondrinas.