Sopa de palillo de morcilla

Cuatro aguerridas y valientes ratonas parten en busca de la mítica receta de esta curiosa especialidad gastronómica. Fuentes fiables informaron a nuestra redacción, que ya sabían preparar salchichón de chocolate.

Érase una vez, en el reino de los ratones, que se celebró una cena de gala. Cuando llegaron los postres, sin saber cómo, surgió en la conversación el tema de la sopa de palillo de morcilla. Muchos habían oído hablar de ella, pero nadie la había probado y tampoco nadie sabía prepararla. Tanto se acaloró la discusión, tanta curiosidad despertó entre los asistentes, que el rey decidió premiar con el trono a aquella ratita que aprendiera la receta de la sopa de palillo de morcilla. Pero después de todo sólo cuatro ratonas jóvenes, de humilde familia, se atrevieron a emprender la búsqueda de tan inquietante secreto, pues no es fácil para un ratón abandonar el entorno familiar. Cada una, portando un palillo de morcilla, quedó emplazada en el mismo lugar al cabo de un año para preparar la receta y contar sus andanzas, y aquella que obtuviera el favor del público se casaría con el rey y sería en adelante reina de los ratones. Transcurrido el plazo, todos los miembros de la comunidad ratonil se reunieron de nuevo en la cocina, así como tres de las ratitas. De la cuarta no se sabía nada, y muchos se entristecieron pensando en un cruel desenlace de su búsqueda. Así pues, a petición del rey la primera rata se dispuso a contar a los presentes lo que había descubierto sobre la receta de la sopa de palillo de morcilla a lo largo de este año de investigación. Y esto fue lo que contó: - Decidí investigar por el norte. En el bosque, los elfos preparaban la fiesta del árbol de mayo, durante la cual clavan un alto palo en el suelo alrededor del que bailan y enredan bonitas cintas de colores mientras suena la música. Al ver mi palillo de morcilla les pareció el adecuado y se lo presté. A la mañana siguiente, - continuó la ratita - me devolvieron el favor otorgándo poderes mágicos al palillo. ¡Mirad! - Y tocando con él la mesa de la cocina, hizo que todos los utensilios dieran vueltas por la habitación. - ¿Y la sopa de palillo de morcilla? - Inquirió el rey. Al no obtener respuesta, habló la segunda rata: - Decidí hacerme poetisa, ya que leí una vez que quien es poeta, sabe hacer sopa de palillos de morcilla. Para ello decidí adquirir conocimiento, fantasía y sentimiento. Obtuve lo primero comiéndome a la reina de las hormigas, la más sabia de todas. Arranqué una pluma a Fantasio, y devoré tres libros de novela para conseguir las dos últimas cualidades. - Y ahora, convertida en escritora, puedo hablaros de aquel hombre que se hizo invisible al tragarse una astilla blanca, de «tocar madera», de «ver una viga en el ojo ajeno», «de tal palo tal astilla», y de todo tipo de troncos, maderos y tarugos. - ¿Y la sopa de palillo de morcilla? - Se impacientó el rey. Y ante la falta de respuesta, concedió la palabra a la tercera ratita, que habló así: - Nada más comenzar mi búsqueda, pasé por delante de la prisión, donde un carcelero hablaba del reo que acababa de llegar. Al parecer, las acusaciones se basaban en un rumor que había corrido por la población, pero que no era cierto. Escuché cómo decía que «todo esto es sopa de palillo de morcilla, pero una sopa que puede costarle la vida». Yo no entendía nada, pero al preguntar a una docta lechuza que encontré, me contó el secreto de la sopa de palillo de morcilla, y lo cierto es que no es verdad. Ante el murmullo de asombro de los ratones, la ratita prosiguió: - Esta es la verdad, aunque quizá os duela: la sopa de palillo de morcilla es simplemente una expresión de los humanos cuando se refieren a la nada. - ¡Tu verdad es una mentira! - dijo la cuarta ratita, que llegó justo en ese momento - Porque yo conozco la auténtica receta de la sopa de palillo de morcilla y la voy a preparar ahora mismo. Yo no he recorrido lugares lejanos ni he hablado con criaturas extrañas, sólo he empleado mi sentido común. Con decisión y seguridad avanzó hacia la mesa. - Necesito un caldero con agua hirviendo, y también un palillo de morcilla dentro de él. - dispuso la ratita. Y cuando comenzó la ebullición, añadió - Ahora es preciso que el rey dé vueltas a la sopa con la punta del rabo. - ¿Y no puede ser el rabo de cualquier otro ratón? - Preguntó el rey, alarmado ante la perspectiva de introducir el rabo en el agua hirviendo. - ¡Imposible!, - exclamó la ratona - pues es una virtud que sólo poseen los rabos de los reyes ratón, y cuanto más tiempo se agita el rabo en la sopa, más deliciosa sabe después. - ¡Bien! - dijo el rey - en ese caso, estoy seguro de que a los ratones no les importará probarla el día de nuestras bodas de oro, pues está claro que tu y no otra serás mi reina. Y así fue como se descubrió la receta de la sopa de palillo de morcilla, cómo el rey eludió quemarse el rabo y cómo se casó con una ratita lista que le hizo feliz para siempre.
Érase una vez, en el reino de los ratones, que se celebró una cena de gala. Cuando llegaron los postres, sin saber cómo, surgió en la conversación el tema de la sopa de palillo de morcilla. Muchos habían oído hablar de ella, pero nadie la había probado y tampoco nadie sabía prepararla. Tanto se acaloró la discusión, tanta curiosidad despertó entre los asistentes, que el rey decidió premiar con el trono a aquella ratita que aprendiera la receta de la sopa de palillo de morcilla.

Pero después de todo sólo cuatro ratonas jóvenes, de humilde familia, se atrevieron a emprender la búsqueda de tan inquietante secreto, pues no es fácil para un ratón abandonar el entorno familiar. Cada una, portando un palillo de morcilla, quedó emplazada en el mismo lugar al cabo de un año para preparar la receta y contar sus andanzas, y aquella que obtuviera el favor del público se casaría con el rey y sería en adelante reina de los ratones.

Transcurrido el plazo, todos los miembros de la comunidad ratonil se reunieron de nuevo en la cocina, así como tres de las ratitas. De la cuarta no se sabía nada, y muchos se entristecieron pensando en un cruel desenlace de su búsqueda. Así pues, a petición del rey la primera rata se dispuso a contar a los presentes lo que había descubierto sobre la receta de la sopa de palillo de morcilla a lo largo de este año de investigación. Y esto fue lo que contó:

– Decidí investigar por el norte. En el bosque, los elfos preparaban la fiesta del árbol de mayo, durante la cual clavan un alto palo en el suelo alrededor del que bailan y enredan bonitas cintas de colores mientras suena la música. Al ver mi palillo de morcilla les pareció el adecuado y se lo presté. A la mañana siguiente, – continuó la ratita – me devolvieron el favor otorgándo poderes mágicos al palillo. ¡Mirad! – Y tocando con él la mesa de la cocina, hizo que todos los utensilios dieran vueltas por la habitación.

– ¿Y la sopa de palillo de morcilla? – Inquirió el rey. Al no obtener respuesta, habló la segunda rata: – Decidí hacerme poetisa, ya que leí una vez que quien es poeta, sabe hacer sopa de palillos de morcilla. Para ello decidí adquirir conocimiento, fantasía y sentimiento. Obtuve lo primero comiéndome a la reina de las hormigas, la más sabia de todas. Arranqué una pluma a Fantasio, y devoré tres libros de novela para conseguir las dos últimas cualidades.

– Y ahora, convertida en escritora, puedo hablaros de aquel hombre que se hizo invisible al tragarse una astilla blanca, de «tocar madera», de «ver una viga en el ojo ajeno», «de tal palo tal astilla», y de todo tipo de troncos, maderos y tarugos. – ¿Y la sopa de palillo de morcilla? – Se impacientó el rey. Y ante la falta de respuesta, concedió la palabra a la tercera ratita, que habló así:

– Nada más comenzar mi búsqueda, pasé por delante de la prisión, donde un carcelero hablaba del reo que acababa de llegar. Al parecer, las acusaciones se basaban en un rumor que había corrido por la población, pero que no era cierto. Escuché cómo decía que «todo esto es sopa de palillo de morcilla, pero una sopa que puede costarle la vida». Yo no entendía nada, pero al preguntar a una docta lechuza que encontré, me contó el secreto de la sopa de palillo de morcilla, y lo cierto es que no es verdad.

Ante el murmullo de asombro de los ratones, la ratita prosiguió: – Esta es la verdad, aunque quizá os duela: la sopa de palillo de morcilla es simplemente una expresión de los humanos cuando se refieren a la nada. – ¡Tu verdad es una mentira! – dijo la cuarta ratita, que llegó justo en ese momento – Porque yo conozco la auténtica receta de la sopa de palillo de morcilla y la voy a preparar ahora mismo. Yo no he recorrido lugares lejanos ni he hablado con criaturas extrañas, sólo he empleado mi sentido común.

Con decisión y seguridad avanzó hacia la mesa. – Necesito un caldero con agua hirviendo, y también un palillo de morcilla dentro de él. – dispuso la ratita. Y cuando comenzó la ebullición, añadió – Ahora es preciso que el rey dé vueltas a la sopa con la punta del rabo. – ¿Y no puede ser el rabo de cualquier otro ratón? – Preguntó el rey, alarmado ante la perspectiva de introducir el rabo en el agua hirviendo.

– ¡Imposible!, – exclamó la ratona – pues es una virtud que sólo poseen los rabos de los reyes ratón, y cuanto más tiempo se agita el rabo en la sopa, más deliciosa sabe después. – ¡Bien! – dijo el rey – en ese caso, estoy seguro de que a los ratones no les importará probarla el día de nuestras bodas de oro, pues está claro que tu y no otra serás mi reina. Y así fue como se descubrió la receta de la sopa de palillo de morcilla, cómo el rey eludió quemarse el rabo y cómo se casó con una ratita lista que le hizo feliz para siempre.