Los tres pelos de oro del diablo

Cuentos de los Hermanos Grimm: Los tres pelos del diablo

Problemas capilares

Si se te cae el cabello en abundancia, tienes un problema. Pero si, como le ocurre a este pobre diablo, tienes el pelo de oro, entonces estás perdiendo dinero. Más información en el cuento los Hermanos Grimm.
Hace mucho, mucho tiempo, nació de una humilde familia un niño tocado por la suerte que, según las profecías, estaba destinado a casarse con la hija del Rey. - Será muy afortunado - Comentaban las gentes - Algún día será rey. Los rumores llegaron a oídos del monarca quien, disgustado por la idea de que su hija desposara a un aldeano, quiso comprobar si eran ciertos acercándose a la casa donde había nacido el providencial bebé. - Así pues, este es el niño que habrá de ser casado con mi hija. Supongo que no os importará que sea educado en mi castillo - Ofreció a los padres cuando llegó. Como los ancianos eran muy pobres, pensaron que su hijo estaría mejor atendido a cargo del rey, de forma que accedieron a su petición.Marchó el monarca con el niño, pero antes de llegar al castillo, lo metió en una caja de madera y lo arrojó al río para romper la profecía. La fortuna hizo que la caja quedara detenida al lado de un molino, en un recodo del río, donde el molinero lo recogió. El hombre y su mujer, que no había podido tener hijos, quedaron encantados con el niño, lo cuidaron como si fuera suyo y así pasaron catorce años. Una tempestad hizo que el rey, que comenzaba un largo viaje, buscara albergue en el molino, y cuando reconoció al chiquillo recordó la profecía. - Debo enviar una carta a la reina, ¿Os importa que la lleve vuestro hijo, buenas gentes? - Y a continuación escribió instrucciones en la carta para que la reina acabara con el muchacho en cuanto lo viera. El chiquillo se puso en camino, pero se perdió en el bosque. Agotado para dar un paso más, encontró una cabaña con la puerta abierta y la luz encendida, y aunque no encontró a nadie, se echó a dormir en un jergón. Los dueños de la casita, que eran una banda de ladrones registraron al intruso mientras dormía y encontraron la nota escrita por rey. - Si este chico es para el rey un enemigo al que quiere matar, ¡entonces es amigo nuestro!. Y cambiaron la nota por otra que decía: “Casa a este hombre por nuestra hija en cuanto llegue a palacio”. Y así ocurrió cuando el chico llegó a palacio. Cuando el rey volvió de su campaña, irritado y enfurecido al ver que no había podido evitar el destino de su hija, ordenó con aviesas intenciones al ahora príncipe: - Queda anulado este matrimonio hasta que me traigas tres pelos de oro del diablo. Y en su busca partió el muchacho. Atravesó en su camino una ciudad en la que una fuente que manaba vino estaba atascada y otra en la que un árbol, que daba fruta de oro, no florecía. También conoció a un barquero que se quejaba de tener que vadear el río continuamente. Una vez cruzado el río, a poca distancia de la orilla, encontró el muchacho la casa del diablo, y en ella, a la diablesa. Tras contarle que necesitaba los tres pelos de oro para conservar su matrimonio, y las cuitas de las dos ciudades y el barquero, ella le dijo: - Mi marido vendrá pronto y acabará contigo si te encuentra aquí. Pero me has caído bien y te ayudaré, e intentaré que me diga también la solución a los otros problemas que me comentas. Cuando llegó el diablo a la casa, su mujer le invitó a colocar la cabeza en el regazo para descansar, a lo que él accedió encantado. Mientras le acariciaba, ella le arrancó un pelo: - ¡Mujer, qué haces! - Dijo él sobresaltado. - Perdona maridito, me he dormido y, soñando se me ha enredado un cabello tuyo. Y al preguntarle acerca del sueño, la mujer contestó que soñaba con una fuente que daba vino, pero que estaba atascada. - ¿Una fuente atascada? Seguro que tiene un sapo debajo - Contestó él. Al poco...zip! La mujer le arrancó otro pelo: - Perdona marido mío, pero estaba soñando con un árbol que daba frutos de oro pero que no florecía. - Bah, seguro que ese árbol tiene una rata viviendo en las raíces.- Y volvió a tumbarse. Y al rato…zip! Le arrancó otro pelo: - ¡Pero Mujer! ¿Qué te está pasando? - Ahora he soñado con un barquero que no podía dejar de vadear el río, pues siempre había alguien que quería cruzarlo. - Es bien simple, sólo tiene que dar el remo al primero que suba en su barca, y saltar a tierra. Pero esta noche, mujer, me voy a dormir al granero, porque no quiero que me quites más pelos. El chiquillo, contento, aprovechó la oportunidad para partir hacia el castillo. Una vez en la orilla opuesta, contó al barquero el consejo del diablo, quien quedó agradecido. Hizo lo mismo cuando llegó a las ciudades por donde había pasado: de la fuente volvió a fluir el vino, y el árbol volvió a dar frutos de oro. En agradecimiento, los gobernantes le dieron cuatro burros cargados de oro. Al llegar al castillo con los pelos de oro y tanta riqueza, quedó aceptado oficialmente como sucesor, y fue muy feliz. En cuanto al rey, era tan avaricioso, que preguntó al muchacho dónde había encontrado tanto oro. - Al otro lado del río hallaréis todo el que queráis, le contestó éste. El rey se puso en camino, y cuando llegó al río y se metió en la barca, el barquero le tendió el remo y saltó a la orilla. ¡¡Y dicen que todavía esta bogando el río, pues nadie le contó cómo dejar de hacerlo!!

Hace mucho, mucho tiempo, nació de una humilde familia un niño tocado por la suerte que, según las profecías, estaba destinado a casarse con la hija del Rey.

– Será muy afortunado – Comentaban las gentes – Algún día será rey.

Los rumores llegaron a oídos del monarca quien, disgustado por la idea de que su hija desposara a un aldeano, quiso comprobar si eran ciertos acercándose a la casa donde había nacido el providencial bebé.

– Así pues, este es el niño que habrá de ser casado con mi hija. Supongo que no os importará que sea educado en mi castillo – Ofreció a los padres cuando llegó.

Como los ancianos eran muy pobres, pensaron que su hijo estaría mejor atendido a cargo del rey, de forma que accedieron a su petición.
Marchó el monarca con el niño, pero antes de llegar al castillo, lo metió en una caja de madera y lo arrojó al río para romper la profecía.

La fortuna hizo que la caja quedara detenida al lado de un molino, en un recodo del río, donde el molinero lo recogió. El hombre y su mujer, que no había podido tener hijos, quedaron encantados con el niño, lo cuidaron como si fuera suyo y así pasaron catorce años.

Una tempestad hizo que el rey, que comenzaba un largo viaje, buscara albergue en el molino, y cuando reconoció al chiquillo recordó la profecía.

– Debo enviar una carta a la reina, ¿Os importa que la lleve vuestro hijo, buenas gentes? – Y a continuación escribió instrucciones en la carta para que la reina acabara con el muchacho en cuanto lo viera.

El chiquillo se puso en camino, pero se perdió en el bosque. Agotado para dar un paso más, encontró una cabaña con la puerta abierta y la luz encendida, y aunque no encontró a nadie, se echó a dormir en un jergón.

Los dueños de la casita, que eran una banda de ladrones registraron al intruso mientras dormía y encontraron la nota escrita por rey.

– Si este chico es para el rey un enemigo al que quiere matar, ¡entonces es amigo nuestro!.

Y cambiaron la nota por otra que decía: “Casa a este hombre por nuestra hija en cuanto llegue a palacio”. Y así ocurrió cuando el chico llegó a palacio.

Cuando el rey volvió de su campaña, irritado y enfurecido al ver que no había podido evitar el destino de su hija, ordenó con aviesas intenciones al ahora príncipe:

– Queda anulado este matrimonio hasta que me traigas tres pelos de oro del diablo. Y en su busca partió el muchacho. Atravesó en su camino una ciudad en la que una fuente que manaba vino estaba atascada y otra en la que un árbol, que daba fruta de oro, no florecía. También conoció a un barquero que se quejaba de tener que vadear el río continuamente.

Una vez cruzado el río, a poca distancia de la orilla, encontró el muchacho la casa del diablo, y en ella, a la diablesa. Tras contarle que necesitaba los tres pelos de oro para conservar su matrimonio, y las cuitas de las dos ciudades y el barquero, ella le dijo:

– Mi marido vendrá pronto y acabará contigo si te encuentra aquí. Pero me has caído bien y te ayudaré, e intentaré que me diga también la solución a los otros problemas que me comentas.

Cuando llegó el diablo a la casa, su mujer le invitó a colocar la cabeza en el regazo para descansar, a lo que él accedió encantado. Mientras le acariciaba, ella le arrancó un pelo:

– ¡Mujer, qué haces! – Dijo él sobresaltado.

– Perdona maridito, me he dormido y, soñando se me ha enredado un cabello tuyo.

Y al preguntarle acerca del sueño, la mujer contestó que soñaba con una fuente que daba vino, pero que estaba atascada.

– ¿Una fuente atascada? Seguro que tiene un sapo debajo – Contestó él.

Al poco…zip! La mujer le arrancó otro pelo:

– Perdona marido mío, pero estaba soñando con un árbol que daba frutos de oro pero que no florecía.

– Bah, seguro que ese árbol tiene una rata viviendo en las raíces.- Y volvió a tumbarse.


Y al rato…zip! Le arrancó otro pelo:

– ¡Pero Mujer! ¿Qué te está pasando?

– Ahora he soñado con un barquero que no podía dejar de vadear el río, pues siempre había alguien que quería cruzarlo.

– Es bien simple, sólo tiene que dar el remo al primero que suba en su barca, y saltar a tierra. Pero esta noche, mujer, me voy a dormir al granero, porque no quiero que me quites más pelos.

El chiquillo, contento, aprovechó la oportunidad para partir hacia el castillo.

Una vez en la orilla opuesta, contó al barquero el consejo del diablo, quien quedó agradecido. Hizo lo mismo cuando llegó a las ciudades por donde había pasado: de la fuente volvió a fluir el vino, y el árbol volvió a dar frutos de oro.

En agradecimiento, los gobernantes le dieron cuatro burros cargados de oro. Al llegar al castillo con los pelos de oro y tanta riqueza, quedó aceptado oficialmente como sucesor, y fue muy feliz.

En cuanto al rey, era tan avaricioso, que preguntó al muchacho dónde había encontrado tanto oro.

– Al otro lado del río hallaréis todo el que queráis, le contestó éste.

El rey se puso en camino, y cuando llegó al río y se metió en la barca, el barquero le tendió el remo y saltó a la orilla.

¡¡Y dicen que todavía esta bogando el río, pues nadie le contó cómo dejar de hacerlo!!