La ostra y el ratón

La ostra y el ratón: Cuentos cortos para niños

Dicen que los meses que llevan la letra r son los apropiados para comer marisco, pero no sabemos cuáles son los indicados para comer ratones que comen marisco. En cualquier caso nuestras fuentes confirman que el gato que aparece en esta fábula no miró el calendario en ningún momento.

El pescador había estado trabajando afanosamente todo el día. Antes del amanecer ya estaba entre las rocas, con el agua hasta la rodilla, echando al cesto cuanto podía capturar, que era mucho, gracias a su habilidad.Cuando el sol se ocultó por la tarde, cierta ostra se encontró, junto a otros peces, en la casa del pescador, que no distaba mucho del mar. - ¡Ay!, mucho me temo que aquí vamos a morir todos sin remedio.- Suspiró la ostra, más triste que nunca, mirando a sus compañeros.Todos jadeaban esparcidos por el suelo y tenían muy mala cara. En esto, apareció por allí un ratón, muy contento y satisfecho por su espléndida salud.La ostra decidió que debía aprovechar al vuelo aquella ocasión única:- Ratón, por favor, ¿Serías tan amable de acercarme hasta el mar? El ratón la miró. Y como no era tonto, pensó que aquella ostra, hermosa y grande, debía guardar en su interior una carne rica y blanca.- ¡Pues no faltaba más! - contestó el ratón, al que ya se le hacía la boca agua -. Pero antes tendrás que abrirte un poco, porque no puedo transportarte cerrada.- ¡Claro, como gustes! - Aceptó la ostra. Pero como era cautelosa, se abrió con precaución. El ratón, rápidamente, introdujo su hocico por la abertura para comérsela, pero con la prisa se precipitó demasiado y la ostra se cerró de improviso, atrapando dentro de sí la cabeza del roedor. Un gato que descansaba cerca, al escuchar el grito de dolor del ratón, se abalanzó sobre él y dió buena cuenta del bocado. Moraleja: Antes de inferir daño a los demás, pensemos que alguien nos puede hacer lo mismo a nosotros.

El pescador había estado trabajando afanosamente todo el día. Antes del amanecer ya estaba entre las rocas, con el agua hasta la rodilla, echando al cesto cuanto podía capturar, que era mucho, gracias a su habilidad.
Cuando el sol se ocultó por la tarde, cierta ostra se encontró, junto a otros peces, en la casa del pescador, que no distaba mucho del mar.


– ¡Ay!, mucho me temo que aquí vamos a morir todos sin remedio.- Suspiró la ostra, más triste que nunca, mirando a sus compañeros.
Todos jadeaban esparcidos por el suelo y tenían muy mala cara. En esto, apareció por allí un ratón, muy contento y satisfecho por su espléndida salud.
La ostra decidió que debía aprovechar al vuelo aquella ocasión única:
– Ratón, por favor, ¿Serías tan amable de acercarme hasta el mar?


El ratón la miró. Y como no era tonto, pensó que aquella ostra, hermosa y grande, debía guardar en su interior una carne rica y blanca.
– ¡Pues no faltaba más! – contestó el ratón, al que ya se le hacía la boca agua -. Pero antes tendrás que abrirte un poco, porque no puedo transportarte cerrada.
– ¡Claro, como gustes! – Aceptó la ostra. Pero como era cautelosa, se abrió con precaución.


El ratón, rápidamente, introdujo su hocico por la abertura para comérsela, pero con la prisa se precipitó demasiado y la ostra se cerró de improviso, atrapando dentro de sí la cabeza del roedor.

Un gato que descansaba cerca, al escuchar el grito de dolor del ratón, se abalanzó sobre él y dió buena cuenta del bocado.

Moraleja: Antes de inferir daño a los demás, pensemos que alguien nos puede hacer lo mismo a nosotros.