La serpiente blanca

Patos intoxicados

Hay que tener mucho cuidado con lo que se come, sobre todo en verano. En este reportaje, los hermanos Grimm nos cuentan, entre otras cosas, lo que le pasó al pato de la foto por comerse un anillo y también quién cenaba serpientes blancas.
Érase una vez, en un lugar lejano, un rey de reconocida sabiduría que vivía en un palacio rodeado de sirvientes. Todas las noches cenaba con los cortesanos, pero cuando éstos se retiraban y él se quedaba completamente solo, el soberano tomaba otro plato cuyo contenido nadie conocía, pues siempre se servía tapado. Su criado más fiel, incapaz de contener su curiosidad, decidió esconderse en el comedor y tomar un poco del plato exclusivo del rey, que resultó ser un guiso de serpiente blanca. Al instante, se sintió capaz de comprender a cualquier tipo de criatura sobre la tierra, fuera hombre o animal. Al día siguiente, ocurrió la desgracia de que la reina perdiera una de sus valiosas sortijas, recayendo todas las sospechas sobre el criado que ya conocemos, pues era el único que tenía acceso a los aposentos reales, además de sus majestades. El rey anunció que lo ejecutaría a la mañana siguiente si no devolvía la joya. Angustiado por la situación y las injustas acusaciones, el criado se puso a buscar el anillo de la reina por todas partes, incluso por el jardín. Y fue allí donde, al acercarse a un estanque pudo escuchar con toda claridad a dos patos hablando: - No se qué voy a hacer,- decía uno de ellos – he comido sin querer una sortija y me pesa mucho el estómago. Sin pensárselo dos veces, el criado llevó el pato al cocinero para que lo abriese, y en su interior encontró la joya perdida, que fue devuelta a la reina. El rey, consciente de su error ofreció al lacayo la recompensa que éste quisiera: - Dadme un caballo y una bolsa de oro e iré a recorrer mundo- Pues no quiso permanecer más tiempo allí. En su camino, el criado encontró tres peces atrapados en los juncos y les ayudó a alcanzar el agua: - ¡Serás recompensado algún día!- Agradecieron los peces. Más adelante, escuchó al rey de las hormigas que gritaba desde el suelo: - Estos humanos cabalgando diezman nuestra población al pisarnos con los caballos. El criado, conmovido, dejó al caballo correr campo a través, mientras él seguía por el camino con cuidado de no aplastar hormigas: - ¡Muchas gracias! Te devolveremos el favor – Exclamó el rey de las hormigas al darse cuenta. Y siguió caminando mientras su caballo le acompañaba no muy lejos. - ¡Ayúdanos, por favor! – Escuchó el criado de repente, y al mirar encontró a tres cuervos que se habían caído del nido. Al depositarlos de nuevo en la rama que les servía de hogar, éstos le dieron las gracias: - Encontraremos la manera de devolverte tu atención. No lejos de allí, una princesa buscaba prometido, pero anunció que sólo lo haría con aquel capaz de llevarle tres regalos: El primero, el Anillo del Lago, cuya profundidad hacía que los que intentaban cogerlo murieran ahogados en las frías aguas. El segundo, las cien mil perlas del Collar de Diez Vueltas, que estaban esparcidas por todo el páramo que rodeaba la ciudad. El tercer presente consistía en una hoja del Árbol de la Vida, situado en tierras tan lejanas que nadie había conseguido volver con vida de tan largo viaje. Cuando llegaron a sus oídos estas noticias, el criado requirió la ayuda de los peces, que bajaron al fondo del lago a recoger la gema. También avisó al rey de las hormigas, que reunió a todos los miembros del hormiguero y en un momento habían reunido y ensartado en un hilo de seda las cien mil perlas del collar de diez vueltas. Y además, pidió a los cuervos que volaran hasta el Árbol de la Vida trayéndole una hoja, a lo cual accedieron encantados. Con las tres peticiones en la bolsa, el criado se presentó a la princesa y celebraron los esponsales al día siguiente, comenzando un reinado próspero que siempre mantuvo buenas relaciones diplomáticas con el país vecino, donde corría el rumor de que la sabiduría del rey provenía de un guiso de serpiente blanca.
Érase una vez, en un lugar lejano, un rey de reconocida sabiduría que vivía en un palacio rodeado de sirvientes. Todas las noches cenaba con los cortesanos, pero cuando éstos se retiraban y él se quedaba completamente solo, el soberano tomaba otro plato cuyo contenido nadie conocía, pues siempre se servía tapado.

Su criado más fiel, incapaz de contener su curiosidad, decidió esconderse en el comedor y tomar un poco del plato exclusivo del rey, que resultó ser un guiso de serpiente blanca. Al instante, se sintió capaz de comprender a cualquier tipo de criatura sobre la tierra, fuera hombre o animal.

Al día siguiente, ocurrió la desgracia de que la reina perdiera una de sus valiosas sortijas, recayendo todas las sospechas sobre el criado que ya conocemos, pues era el único que tenía acceso a los aposentos reales, además de sus majestades. El rey anunció que lo ejecutaría a la mañana siguiente si no devolvía la joya.

Angustiado por la situación y las injustas acusaciones, el criado se puso a buscar el anillo de la reina por todas partes, incluso por el jardín. Y fue allí donde, al acercarse a un estanque pudo escuchar con toda claridad a dos patos hablando: – No se qué voy a hacer,- decía uno de ellos – he comido sin querer una sortija y me pesa mucho el estómago.

Sin pensárselo dos veces, el criado llevó el pato al cocinero para que lo abriese, y en su interior encontró la joya perdida, que fue devuelta a la reina. El rey, consciente de su error ofreció al lacayo la recompensa que éste quisiera: – Dadme un caballo y una bolsa de oro e iré a recorrer mundo- Pues no quiso permanecer más tiempo allí.

En su camino, el criado encontró tres peces atrapados en los juncos y les ayudó a alcanzar el agua: – ¡Serás recompensado algún día!- Agradecieron los peces. Más adelante, escuchó al rey de las hormigas que gritaba desde el suelo: – Estos humanos cabalgando diezman nuestra población al pisarnos con los caballos.

El criado, conmovido, dejó al caballo correr campo a través, mientras él seguía por el camino con cuidado de no aplastar hormigas: – ¡Muchas gracias! Te devolveremos el favor – Exclamó el rey de las hormigas al darse cuenta. Y siguió caminando mientras su caballo le acompañaba no muy lejos.

– ¡Ayúdanos, por favor! – Escuchó el criado de repente, y al mirar encontró a tres cuervos que se habían caído del nido. Al depositarlos de nuevo en la rama que les servía de hogar, éstos le dieron las gracias: – Encontraremos la manera de devolverte tu atención.

No lejos de allí, una princesa buscaba prometido, pero anunció que sólo lo haría con aquel capaz de llevarle tres regalos: El primero, el Anillo del Lago, cuya profundidad hacía que los que intentaban cogerlo murieran ahogados en las frías aguas. El segundo, las cien mil perlas del Collar de Diez Vueltas, que estaban esparcidas por todo el páramo que rodeaba la ciudad.

El tercer presente consistía en una hoja del Árbol de la Vida, situado en tierras tan lejanas que nadie había conseguido volver con vida de tan largo viaje. Cuando llegaron a sus oídos estas noticias, el criado requirió la ayuda de los peces, que bajaron al fondo del lago a recoger la gema.

También avisó al rey de las hormigas, que reunió a todos los miembros del hormiguero y en un momento habían reunido y ensartado en un hilo de seda las cien mil perlas del collar de diez vueltas. Y además, pidió a los cuervos que volaran hasta el Árbol de la Vida trayéndole una hoja, a lo cual accedieron encantados.

Con las tres peticiones en la bolsa, el criado se presentó a la princesa y celebraron los esponsales al día siguiente, comenzando un reinado próspero que siempre mantuvo buenas relaciones diplomáticas con el país vecino, donde corría el rumor de que la sabiduría del rey provenía de un guiso de serpiente blanca.