En un lugar lejano, después de un corto día de invierno, un hombre de nieve observaba el sol mientras atardecía. Sus ojos eran dos pedazos de teja, y su boca estaba formada por un rastrillo. Los niños lo habían fabricado por la mañana y estaba realmente encantado:
- ¡Es maravilloso! Hace un frío estupendo, siento todo mi cuerpo crujir. - Y dirigiéndose a un mastín que había a su lado, continuó - ¡Mira! El gran ojo ardiente se oculta.
- ¡Fuera, fuera! - dijo el perro - Como se nota que acabas de nacer, no es un ojo, es el sol, que te hará correr igual que hizo con tu antecesor.
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