El viejo RinkRank

Cuentos de los Hermanos Grimm: El viejo RinkRank

Exigente con el pretendiente

El secuestro de la hija del Rey que sólo quería el mejor marido para su hija, ha tenido un feliz desenlace. Mientras algunos súbditos creen que la montaña de cristal representaba una prueba demasiado dura, otros se preguntan de dónde salió el viejo Rink Rank.
Érase una vez que se era un rey con una hija tan bella que decidió que sólo el mejor pretendiente la desposaría. Para probarlo, hizo construir una enorme montaña de cristal y mandó pregonar al heraldo que la princesa sólo se casaría con aquel capaz de subir corriendo por la montaña sin caerse. Muchos fueron los que los intentaron, pero ninguno era del agrado de la niña y ésta se alegró de las medidas tomadas por su padre. Cierto día, llegó a palacio un pretendiente que cautivó a la princesa por su porte distinguido y su elegancia. - Te ayudaré a trepar a la montaña, - le propuso ella - de esta manera pasarás la prueba. Pero quiso la mala fortuna que la chiquilla tropezara, resbalando por una grieta hacia el interior de la montaña de cristal. Por más que la buscaron e intentaron rescatarla, todos los esfuerzos resultaron vanos: no había ni rastro de la princesa por ninguna parte. En lo más profundo de la montaña, donde la niña terminó después de rodar durante un largo trecho, encontró a un viejo de larga barba que le habló así: - Te quedarás aquí y realizarás las tareas domésticas para mí. Con el tiempo, quizá te libere. A la princesa no le quedaba más remedio que obedecer, y así lo hizo durante muchos años, pues la única forma para salir de la montaña era utilizando una escalera mágica que el anciano guardaba en su bolsillo. Antes de partir, el viejo Rink Rank desplegaba la escalera, trepaba por ella para salir de la montaña y una vez fuera, la plegaba mágicamente y la volvía a guardar. Cuando regresaba a la montaña por las noches, el anciano solía preguntar a la muchacha: - Aquí llega el viejo RinkRank al corazón de la montaña. Princesa, ¿me has hecho la cama? - Ya la he hecho. - Respondía ella. - Aquí llega el viejo RinkRank con su bastón dorado. Princesa, ¿has lavado los platos? - Sí, los he lavado. - Contestaba la niña. - Aquí llega el viejo RinkRank con la mesa puesta. Princesa, ¡Ábreme la puerta! A pesar de su situación, la hija del Rey no perdía la esperanza de volver a ver a su padre y a su prometido, y un día ideó un plan para escaparse. Hizo la cama y fregó los platos, además de barrer, lavar y cocinar como todos los días, pero cuando el anciano, después de guardarse la escalera en el bolsillo la llamó para que le abriera la puerta, ella no contestó. - Aquí llega el viejo RinkRank con la mesa puesta. Princesa, ¡Ábreme la puerta! - Repitió el viejo ante el silencio de la princesa. Mas de nuevo, no obtuvo respuesta. Intrigado, decidió asomar la cabeza por la ventana para ver cuál era el motivo que impe Por más que suplicó y gritó que le liberara, la niña hizo oídos sordos a los lamentos del viejo, buscó en su bolsillo la mágica escalera y aprovechó la oportunidad que el destino le brindaba para escapar de la montaña de cristal. Una vez fuera, corrió y corrió hacia el castillo donde encontró a su padre y a su enamorado, que no pudieron contener la alegría de volver a verla. El rey, avergonzado por haber construído la montaña de cristal que casi acaba con la vida de su pequeña, mandó derrumbarla sin importarle el destino de su extraño habitante. Al día siguiente se celebraron los esponsales y cada invitado se llevó como recuerdo del evento un pequeño cristal recogido de los restos de la montaña de oscura historia, para evitar que se cometieran en el futuro errores parecidos.
Érase una vez que se era un rey con una hija tan bella que decidió que sólo el mejor pretendiente la desposaría. Para probarlo, hizo construir una enorme montaña de cristal y mandó pregonar al heraldo que la princesa sólo se casaría con aquel capaz de subir corriendo por la montaña sin caerse.

Muchos fueron los que los intentaron, pero ninguno era del agrado de la niña y ésta se alegró de las medidas tomadas por su padre.

Cierto día, llegó a palacio un pretendiente que cautivó a la princesa por su porte distinguido y su elegancia.

– Te ayudaré a trepar a la montaña, – le propuso ella – de esta manera pasarás la prueba.

Pero quiso la mala fortuna que la chiquilla tropezara, resbalando por una grieta hacia el interior de la montaña de cristal.

Por más que la buscaron e intentaron rescatarla, todos los esfuerzos resultaron vanos: no había ni rastro de la princesa por ninguna parte.

En lo más profundo de la montaña, donde la niña terminó después de rodar durante un largo trecho, encontró a un viejo de larga barba que le habló así:

– Te quedarás aquí y realizarás las tareas domésticas para mí. Con el tiempo, quizá te libere.

A la princesa no le quedaba más remedio que obedecer, y así lo hizo durante muchos años, pues la única forma para salir de la montaña era utilizando una escalera mágica que el anciano guardaba en su bolsillo. Antes de partir, el viejo Rink Rank desplegaba la escalera, trepaba por ella para salir de la montaña y una vez fuera, la plegaba mágicamente y la volvía a guardar.

Cuando regresaba a la montaña por las noches, el anciano solía preguntar a la muchacha:

– Aquí llega el viejo RinkRank al corazón de la montaña. Princesa, ¿me has hecho la cama?

– Ya la he hecho. – Respondía ella.

– Aquí llega el viejo RinkRank con su bastón dorado. Princesa, ¿has lavado los platos?

– Sí, los he lavado. – Contestaba la niña.

– Aquí llega el viejo RinkRank con la mesa puesta. Princesa, ¡Ábreme la puerta!

A pesar de su situación, la hija del Rey no perdía la esperanza de volver a ver a su padre y a su prometido, y un día ideó un plan para escaparse.

Hizo la cama y fregó los platos, además de barrer, lavar y cocinar como todos los días, pero cuando el anciano, después de guardarse la escalera en el bolsillo la llamó para que le abriera la puerta, ella no contestó.

– Aquí llega el viejo RinkRank con la mesa puesta. Princesa, ¡Ábreme la puerta! – Repitió el viejo ante el silencio de la princesa. Mas de nuevo, no obtuvo respuesta.

Intrigado, decidió asomar la cabeza por la ventana para ver cuál era el motivo que impe

Por más que suplicó y gritó que le liberara, la niña hizo oídos sordos a los lamentos del viejo, buscó en su bolsillo la mágica escalera y aprovechó la oportunidad que el destino le brindaba para escapar de la montaña de cristal.

Una vez fuera, corrió y corrió hacia el castillo donde encontró a su padre y a su enamorado, que no pudieron contener la alegría de volver a verla.

El rey, avergonzado por haber construído la montaña de cristal que casi acaba con la vida de su pequeña, mandó derrumbarla sin importarle el destino de su extraño habitante. Al día siguiente se celebraron los esponsales y cada invitado se llevó como recuerdo del evento un pequeño cristal recogido de los restos de la montaña de oscura historia, para evitar que se cometieran en el futuro errores parecidos.