BlancaNieve y RojaFlor

Cuentos de Los Hermanos Grimm: Blancanieve y Rojaflor

Encantos de oso

Las hermanas Blancanieve y RojaFlor, fueron insultadas por un enano y ayudadas por un oso encantado y encantador. Todo sobre cómo se rompió el hechizo en este cuento de los Hnos. Grimm.
Hace mucho tiempo que vivían en un lugar alejado del bosque una viuda con sus dos preciosas hijas. Una era rubia y blanca como la nieve, y la llamaban BlancaNieve. Los cabellos pelirrojos de la otra hicieron que todos la llamasen RojaFlor. Las tres vivían felices en la pequeña casita, pues ambas hermanas se llevaban muy bien y les gustaba jugar juntas. La madre estaba muy orgullosa de ellas, pues eran hacendosas, obedientes y generosas. Les gustaba pasear por el bosque y encontrar pequeños animalillos, con los que pasaban entretenidos momentos, pues tal era su bondad, que ni siquiera los pajarillos más esquivos les tenían miedo. Incluso los tímidos cervatillos acudían encantados a recibir sus caricias. Cierta noche de invierno en que las tres mujeres disfrutaban apaciblemente de un buen libro ante la hoguera, llamaron a la puerta. Blancanieve abrió y un enorme oso negro se alzaba sobre sus patas traseras: - Por favor - suplicó el oso -, dadme cobijo. Tengo frío y hambre. Las dos niñas, asustadas al verlo, corrieron a esconderse en su habitación gritando. - No os asustéis, no voy a haceros daño - Dijo el oso. - Venid, niñas, el oso trae buenas intenciones - Aclaró la madre. Las hermanas, ya tranquilas, le agasajaron sacudiéndole la piel de nieve y ofreciéndole comida. Tan a gusto estuvieron con el oso, que esta visita se repitió muchas veces durante el invierno. Al llegar la primavera, el oso se despidió diciendo: - Habéis sido muy buenas, amables y generosas conmigo, pero ahora debo partir, pues mis bienes se hallan en peligro. Recordad, sin embargo que un oso, por vuestros favores, brindará grandes amores. - Después de este acertijo se fue, dejando por accidente unas hebras de pelo enganchada en la verja. Las dos niñas recogieron el mechón y con frecuencia recordaban cariñosamente las enigmáticas palabras de su peludo amigo al mirarlo. Un día, durante un paseo por el campo, llamó su atención un pequeño ser que saltaba entre los arbustos, pero sin avanzar en ninguna dirección. Su larga, larga barba estaba enredada y no podía escapar. El enano,gritando malhumorado, les pidió ayuda. Al verlo, las dos hermanas se acercaron dispuestas a ayudarle, pero al no conseguir desenredar la larga barba, optaron por cortarla con unas tijeritas: - ¡Bobas! - Exclamó el enano furioso - ¡Sois unas inútiles! ¿No se os ha ocurrido una manera mejor de liberarme? ¡Habéis echado a perder mi preciosa barba! - Al darse la vuelta para marchar, se rompió un pequeño saquito dejando caer varias piedras preciosas. BlancaNieve y RojaFlor se quedaron boquiabiertas al ver las gemas: - ¿Qué os pasa ahora, bobas? Marchad antes de que comience a lanzaros piedras. Las niñas echaron a correr, pero no por la amenaza del enano, sino porque la silueta de un gran oso negro apareció tras el enano. Un terrible rugido brotó de la enorme cabeza y una rápida zarpa acabó con la vida del enano. BlancaNieve y RojaFlor, espantadas, aceleraron su carrera, pero una voz tras ellas les hizo detenerse en seco: - ¡Esperad, amigas mías! Soy el oso al que cuidasteis durante el invierno - continuó éste-. Al acabar con el enano que robaba mis tesoros, he roto el encantamiento que mantenía sobre mí la apariencia de oso. Al instante, la piel que le cubría se desvaneció, dejando al descubierto a un joven y apuesto príncipe que se casó con BlancaNieve. RojaFlor desposó al hermano de éste en una ceremonia conjunta que duró tres días y tres noches, y todos compartieron una vida larga y tranquila en el castillo de los príncipes, donde nunca faltó, adornando la puerta, un rosal blanco y uno rojo.
Hace mucho tiempo que vivían en un lugar alejado del bosque una viuda con sus dos preciosas hijas. Una era rubia y blanca como la nieve, y la llamaban BlancaNieve. Los cabellos pelirrojos de la otra hicieron que todos la llamasen RojaFlor. Las tres vivían felices en la pequeña casita, pues ambas hermanas se llevaban muy bien y les gustaba jugar juntas.

La madre estaba muy orgullosa de ellas, pues eran hacendosas, obedientes y generosas. Les gustaba pasear por el bosque y encontrar pequeños animalillos, con los que pasaban entretenidos momentos, pues tal era su bondad, que ni siquiera los pajarillos más esquivos les tenían miedo. Incluso los tímidos cervatillos acudían encantados a recibir sus caricias.

Cierta noche de invierno en que las tres mujeres disfrutaban apaciblemente de un buen libro ante la hoguera, llamaron a la puerta. Blancanieve abrió y un enorme oso negro se alzaba sobre sus patas traseras: – Por favor – suplicó el oso -, dadme cobijo. Tengo frío y hambre. Las dos niñas, asustadas al verlo, corrieron a esconderse en su habitación gritando.

– No os asustéis, no voy a haceros daño – Dijo el oso. – Venid, niñas, el oso trae buenas intenciones – Aclaró la madre. Las hermanas, ya tranquilas, le agasajaron sacudiéndole la piel de nieve y ofreciéndole comida. Tan a gusto estuvieron con el oso, que esta visita se repitió muchas veces durante el invierno.

Al llegar la primavera, el oso se despidió diciendo: – Habéis sido muy buenas, amables y generosas conmigo, pero ahora debo partir, pues mis bienes se hallan en peligro. Recordad, sin embargo que un oso, por vuestros favores, brindará grandes amores. – Después de este acertijo se fue, dejando por accidente unas hebras de pelo enganchada en la verja.

Las dos niñas recogieron el mechón y con frecuencia recordaban cariñosamente las enigmáticas palabras de su peludo amigo al mirarlo. Un día, durante un paseo por el campo, llamó su atención un pequeño ser que saltaba entre los arbustos, pero sin avanzar en ninguna dirección. Su larga, larga barba estaba enredada y no podía escapar. El enano,gritando malhumorado, les pidió ayuda.

Al verlo, las dos hermanas se acercaron dispuestas a ayudarle, pero al no conseguir desenredar la larga barba, optaron por cortarla con unas tijeritas: – ¡Bobas! – Exclamó el enano furioso – ¡Sois unas inútiles! ¿No se os ha ocurrido una manera mejor de liberarme? ¡Habéis echado a perder mi preciosa barba! – Al darse la vuelta para marchar, se rompió un pequeño saquito dejando caer varias piedras preciosas.

BlancaNieve y RojaFlor se quedaron boquiabiertas al ver las gemas: – ¿Qué os pasa ahora, bobas? Marchad antes de que comience a lanzaros piedras. Las niñas echaron a correr, pero no por la amenaza del enano, sino porque la silueta de un gran oso negro apareció tras el enano. Un terrible rugido brotó de la enorme cabeza y una rápida zarpa acabó con la vida del enano.

BlancaNieve y RojaFlor, espantadas, aceleraron su carrera, pero una voz tras ellas les hizo detenerse en seco: – ¡Esperad, amigas mías! Soy el oso al que cuidasteis durante el invierno – continuó éste-. Al acabar con el enano que robaba mis tesoros, he roto el encantamiento que mantenía sobre mí la apariencia de oso.

Al instante, la piel que le cubría se desvaneció, dejando al descubierto a un joven y apuesto príncipe que se casó con BlancaNieve. RojaFlor desposó al hermano de éste en una ceremonia conjunta que duró tres días y tres noches, y todos compartieron una vida larga y tranquila en el castillo de los príncipes, donde nunca faltó, adornando la puerta, un rosal blanco y uno rojo.