La Ratita Presumida
Las apariencias engañan, eso lo sabemos todos. Entonces ¿Porqué el amor nos hace olvidarlo? Si no lo crees, lee este relato sobre ratones ciegos (por amor).
Hubo una vez una ratita muy hacendosa que barriendo el portal de su casa encontró una moneda en la escalera.
- ¿Qué haré con ella? – Se preguntaba. – Compraré una bonita tela para hacerme un vestido, ¿O quizá un sombrero? Ya sé me compraré cintas de seda y luciré bonitos lazos.
Compró cintas de muchos colores, y delante del espejo se las probaba:
- ¿Dónde me pondré los lazos? Llevaré uno en el rabito, que queda muy distinguido. Colocaré más en las coletas, para que digan que soy coqueta, y también usaré lazos en los zapatos: parecerán muy caros.
Así adornada se sentó en la puerta de su casa, por donde no tardó en pasar un pato:
- Ratita, ratita – le dijo – estás preciosa: ¿Quieres ser mi esposa?
- ¿Y por la noche qué harás? – Preguntó ella.
- ¡Cua, cua, cua! – dijo el pato.
- ¡Ay! ¡Me espantan tus graznidos! ¡No te quiero por marido!
Más tarde pasó un cerdo muy elegante, que al ver a la ratita preguntó:
- Ratita hacendosa, ¿Quieres ser mi esposa?
- ¿Y por la noche qué harás?
- ¡Oink, oink, oink! – gruñó el cerdo.
- ¡No! ¡No podría dormir con tal ruido! ¡No te quiero por marido!
Un noble perro pasó por allí y viendo a la ratita le propuso:
- Ratita, ratita hermosa, ¿Quieres ser mi esposa?
- ¿Y por la noche qué harás?
- ¡Guau, guau, guau! – ladró el perro.
- ¡No! ¡No quiero escuchar tus ladridos! ¡No te quiero por marido!
Igual respuesta recibieron todos los pretendientes que lo intentaron: el gallo, el asno, el carnero, el grillo... todos quedaron enamorados de la ratita, todos intentaron pedirla en matrimonio, y todos fueron rechazados por la ratita presumida y regresaron a sus casas con gran pena.
Al final apareció un gato, que al ver a la ratita le preguntó:
- Ratita, rata primorosa ¿Quieres ser mi esposa?
- ¿Y por las noches qué harás?
- Por la noche, dormir y callar.
- Tu si me gustas, ¡contigo me he de casar!
Se celebró la boda y volvieron a casa, marido y mujer. Mas cuando la ratita se disponía a preparar la cena ¡Oh, cielos! ¡Que la cena del gato era ella!
Gritó y gritó y acudieron el pato, el cerdo, el perro, el gallo, el asno, el carnero y el grillo, que la salvaron del terrible desenlace, y esta es la moraleja: “La manzana más hermosa, esconde el gusano peor”