La bola de cristal
A pesar del éxito de la campaña "no aceptes caramelos de personas desconocidas", se hace necesario enviar el mensaje "No aceptes bolas de oro de príncipes desconocidos", puede ser un regalo muy peligroso, como puedes comprobar en este relato.
Cuentan que hace mucho, mucho tiempo vivió en un lugar muy lejano una poderosa hechicera que tenía tres hijos. A pesar de que en su juventud había sido amable y generosa, la vejez la iba volviendo recelosa y suspicaz. Hasta tal punto llegó su desconfianza que se sintió celosa de que alguno de sus tres hijos pudieran arrebatarle sus artes mágicas.
Para evitar que sus hijos se hicieran con sus secretos, convirtió al mayor en águila y al segundo en ballena. El hijo menor, alertado por lo que había pasado con sus hermanos, huyó de la casa antes de que la bruja lo advirtiera, poniéndose a salvo lejos de allí. Mientras pensaba en su nueva situación, el joven escuchó a dos aldeanos hablar sobre el Castillo del Sol de Oro, donde se encontraba prisionera la más bella princesa que haya existido jamás.
Mientras caminaba por el bosque salieron a su paso dos gigantes que se disputaban un extraño sombrero. Al verle, se dirigieron al muchacho con estas palabras:
- Por favor, ayúdanos. Llevamos peleando tres días seguidos, pero somos igual de fuertes y no hay manera de decidir quién debe quedarse con el gorro.
- Me alejaré unos pasos, cuando os de la señal, correreis hasta mi y el primero que lo alcance, se lo quedará.
Accedieron los gigantes, mas cuando el chico se hubo alejado unos pasos, comenzó a pensar en el Castillo del Sol de Oro:
- Desearía estar allí para rescatar a la bella princesa que en él se encuentra prisionera. - Se dijo. Y en un instante se encontró transportado a las puertas del palacio gracias a las cualidades mágicas del sombrero.
Tocó la aldaba de entrada y cuál no sería su sorpresa cuando vio que salía a recibirle una vieja demacrada, ausente por completo de la juventud y belleza de las que él había oído hablar.
- Sé que te sorprende mi aspecto, joven galán, pero forma parte de la maldición que pesa sobre este lugar. - Dijo la mujer con voz amable.
- Hace ya mucho que el brujo lanzó el maleficio que me mantiene bajo este aspecto. Sólo podrá romperlo aquel que derribe al bisonte que mora en las faldas de este monte. Al abatirlo, se desprenderá de él un ave flamígera que guarda en su interior un huevo
Ni corto ni perezoso, partió el joven al encuentro del bisonte. Más cuando la bestia se acercó hacia él, éste invocó a su hermano convertido en águila, que a base de picotazos y pellizcos de sus poderosas garras, empujó a la bestia hacia la orilla del mar, donde nuestro héroe acabó con su vida de una certera estocada. En ese instante un vigoroso pájaro de fuego alzó el vuelo.
La fantástica ave trazó un par de círculos en el aire antes de intentar un vuelo en picado hacia el muchacho. Prevenido por la princesa, el joven reclamó la ayuda de su hermano mediano, convertido en ballena, que de un tremendo golpe con su aleta caudal provocó una ola que apagó el fuego del pájaro, dejando caer el suelo el huevo que llevaba en su interior.
Con mucho cuidado rompió el joven la cáscara del enorme huevo para recuperar la bola de cristal que liberaría a la princesa de su maldición. Al entregársela, un potente crujido en las entrañas del castillo indicó que la maldición había sido rota y un profundo calor invadió el cuerpo de la recién formada pareja. A partir de entonces, ambos disfrutaron de los poderes mágicos que había poseído el brujo que provocó la situación.
El primer uso que hicieron de los recién adquiridos poderes fue liberar de su encantamiento a los dos hermanos mayores. Después llamaron a su madre, quien accedió a intercambiar sus hechizos. Y fue entonces cuando comenzaron las celebraciones en el castillo de la feliz pareja que nunca más necesito de la magia, pues fueron tan magnánimos con su pueblo, que éste siempre estuvo encantado.