El castillo de Irás y No Volverás
¡No vayas, no volverás! Es lo que recomendaba todo el mundo a aquel que se atreviera a visitar este castillo que no aparece en ninguna de las Rutas con Encanto publicadas hasta el momento. Desde la visita de un valiente campesino, las cosas han cambiado mucho.
Había un vez un pescador tan pobre, que su familia llevaba más de dos días sin probar alimento. Cuando recogió las redes del mar, encontró en ellas un extraño pez con escamas de plata y oro.
- No me comas - dijo el pez - ¡Devuélveme al agua!, te lo suplico.
- Pero, ¿Qué me estás pidiendo? ¡Debo llevar algo de comer a mi familia o enfermarán!
- Entonces - pidió el extraño pez al ver que el hombre no mentía -, asegúrate de enterrar mis espinas a la puerta de tu casa y busca el castillo de Irás y No Volverás.
Así lo hizo el pescador, y a la mañana siguiente, contando con la bendición mágica, su hijo partió para encontrar fortuna.
Tras mucho caminar, encontró a una pulga, una paloma y un león que se disputaban una liebre.
- Buenos días, humano. - Saludó el león - Tu puedes ser el juez de nuestra disputa. ¿Nos ayudarás a repartir la presa? -
Y a continuación la pulga le relató cómo, con un picotazo había hecho que la liebre se detuviera y cayera herida por el disparo de un cazador.
La paloma argumentó que ella había encontrado la liebre la primera, y el león, por ser el rey de la selva, merecía la presa por derecho propio.
EL hijo del pescador, mirando a la pulga, cortó un mechón de pelo a la liebre y se lo entregó:
- ¿Para qué vas a necesitar toda la liebre, pulga? - Y el insecto se conformó. - A tí, paloma, te daré las orejas y la cola. El resto será para el león.
Los tres quedaron contentos, y al escuchar que buscaba el castillo de Irás y No Volverás, le ofrecieron sendos regalos en agradecimiento.
- Toma este pelo de mi melena - dijo el león - Cuando quieras convertirte en león, tómalo y pronuncia: ¡Válgame el cielo, león!. Volverás a tu forma humana diciendo: ¡Válgame el cielo, hombre!
La paloma le entregó una pluma de su ala derecha:
- Podrás convertirte en paloma si sujetas la pluma y pronuncias: ¡Válgame el cielo, paloma!
La pulga le dijo:
- Yo no tengo pelos ni plumas, pero te convertirás en pulga si dices: ¡Válgame el cielo, pulga!
Y así continuó su camino el hijo del pescador. Al cabo de siete días, vislumbró a lo lejos el castillo, pues sus muros de oro y plata resplandecían bajo el sol.
En las puertas del castillo, tres feroces perros le cortaban el paso.
- ¡Válgame el cielo, pulga! - Y transformado en este animal saltó por encima de ellos. Una vez en el interior del castillo, escuchó lamentos que provenían de salas lejanas.
Recorrió todos los pasillos sin encontrar un alma, y halló por fin a la doncella que emitía los gemidos.
- ¡Vete! ¡Huye rápido! - le dijo ésta en cuanto le vió - Pues este castillo pertenece a un ogro que duerme veintiún días y está despierto durante siete.
En ese tiempo come todo lo que puede y su postre es una doncella como yo. La única forma de vencerle es golpearle en el entrecejo con el huevo de la serpiente que vive en el Monte Oscuro.
Nuestro héroe grito: ¡Válgame el cielo, paloma!. Y salió volando por la ventana.
Sin embargo, lejos de aceptar el consejo de la prisionera del ogro, se dirigió al Monte Oscuro, donde se transformó en león diciendo: ¡Válgame el cielo, león!.
Bajo esta apariencia, acabó con la serpiente de un enorme bocado en el cuello.
- ¡Válgame el cielo, hombre! - Y convertido de nuevo en ser humano, abrió el vientre de la serpiente, donde encontró el huevo que acabaría con el ogro.
- ¡Válgame el cielo, paloma! - Echó a volar hacia el castillo, y una vez allí, aprovechando que el ogro estaba aún dormido, le tiró el huevo al entrecejo, rompiendo la maldición que pesaba sobre el castillo.
Todas las doncellas que habían sido devoradas por el ogro volvieron a la vida, así como otros tantos donceles que habían intentado rescatarlas anteriormente.
El pez, verdadero señor del castillo de Irás y No volverás, recuperó su forma humana y recompensó con creces al hijo del pescador, pues le nombró heredero del trono del reino.
Éste pidió la mano de la doncella y celebraron la boda con una fiesta a la que no faltaron la pulga, la paloma ni el león.