Caperucita Roja

Cuentos cortos para niños: Caperucita Roja

No te dejes engañar

Cuidado si notas que tu abuela tiene dientes grandes, caninos afilados o de repente no necesita gafas para leer: Lo mismo es un lobo disfrazado, y no siempre hay un cazador cerca!
Había una vez, en un país muy lejano, en una aldea del bosque, una niña encantadora que llevaba siempre una preciosa capa con capucha que le había regalado su abuela, por eso la llamaban Caperucita Roja. Un día, su madre la llamó y le dijo: —Caperucita, Caperucita! Tu abuelita está enferma. Llévale esta cesta con pan, queso y miel. Pero recuerda, no te salgas del camino ni hables con extraños. Caperucita Roja asintió, recogió la cesta con una sonrisa y se despidió de su madre toamado el camino para ir a casa de su abuela Iba Caperucita caminando y cantando por el bosque, cuando de repente,... ¡Zas! Apareció el lobo. —¡Hola, Caperucita Roja! —dijo el lobo con voz melodiosa—. ¿A dónde vas con esa cestita? —Voy a casa de mi abuelita, que está enferma, a llevarle esta cesta con comida —respondió Caperucita. Qué buena idea —dijo el lobo astutamente—. ¿Y dónde vive tu abuelita? —Vive en una casita al otro lado del bosque —dijo Caperucita. —¡Qué encanto de niña! —exclamó el lobo—. ¿Pero por qué no vas por este camino que es más corto y le llevas algunas flores?. Caperucita Roja no se lo pensó dos veces y se entretuvo recogiendo flores, mientras el lobo corría hacia la casa de la abuelita. Cuando el lobo llegó a la casa de la abuelita, llamó a la puerta. —¿Quién es? —preguntó la abuelita desde su cama. —Soy yo, Caperucita Roja —dijo el lobo, fingiendo la voz de la niña—. Te traigo una cesta con comida. —¡Entra, entra, Caperucita! —dijo la abuelita muy contenta. El lobo entró y, sin perder tiempo, se abalanzó sobre la abuelita, y se la comió. Luego se disfrazó con la mantilla y las gafas de la abuelita, y se metió en la cama a esperar a Caperucita Roja. Caperucita Roja llegó a la casa de su abuelita con las flores en un ramo y la cesta de comida. Llamó a la puerta y escuchó la voz del lobo imitando a la de la abuelita: —¿Quién es? —Soy yo, Caperucita Roja. Te traigo comida y flores —dijo la niña. —¡Entra, entra, pequeña! —dijo el lobo, con una voz aguda. Caperucita Roja entró y se acercó a la cama. Notó que su abuelita se veía un poco extraña. —Abuelita, abuelita, ¡qué ojos tan grandes tienes! —dijo Caperucita. —Son para verte mejor!—respondió el lobo. —Abuelita, abuelita, ¡qué orejas tan grandes tienes! —Son para oírte mejor!. —Abuelita, abuelita, ¡qué dientes tan grandes tienes! —¡Son para comerte mejor! —gritó el lobo, y de un salto, salió de la cama y se comió también a Caperucita. Un cazador que pasaba cerca vio abierta la puerta de la casa de la abuelita y le extrañó, así que entró. Allí encontró al lobo en la cama haciendo la digestión. Sin pérdida de tiempo, el cazador abrió la tripa del lobo y liberó a Caperucita Roja y a su abuelita, que se pusieron muy contentas y lo celebraron cantando y bailando. En cuanto al lobo, el cazador le llenó la tripa con piedras y lo volvió a coser. Cuando el lobo se despertó, sintió sed y fue a beber al río, pero el peso de su tripa llena de piedras le hizo resbalar y caer dentro del río, donde se hundió y ya no pudo hacer daño nunca más. Aquel día, Caperucita prometió nunca más hablar con extraños ni desviarse del camino. Y cada vez que Caperucita Roja visitaba a su abuelita, se aseguraba de seguir el camino correcto y estar siempre alerta. Si te ha gustado el cuento y te has convertido en fan suyo (o del lobo), no te pierdas los chistes y adivinanzas sobre Caperucita Roja.

Había una vez, en un país muy lejano, en una aldea del bosque, una niña encantadora que llevaba siempre una preciosa capa con capucha que le había regalado su abuela, por eso la llamaban Caperucita Roja. Un día, su madre la llamó y le dijo:

—Caperucita, Caperucita! Tu abuelita está enferma. Llévale esta cesta con pan, queso y miel. Pero recuerda, no te salgas del camino ni hables con extraños.

Caperucita Roja asintió, recogió la cesta con una sonrisa y se despidió de su madre toamado el camino para ir a casa de su abuela

Iba Caperucita caminando y cantando por el bosque, cuando de repente,… ¡Zas! Apareció el lobo.

—¡Hola, Caperucita Roja! —dijo el lobo con voz melodiosa—. ¿A dónde vas con esa cestita?

—Voy a casa de mi abuelita, que está enferma, a llevarle esta cesta con comida —respondió Caperucita.

Qué buena idea —dijo el lobo astutamente—. ¿Y dónde vive tu abuelita?

—Vive en una casita al otro lado del bosque —dijo Caperucita.

—¡Qué encanto de niña! —exclamó el lobo—. ¿Pero por qué no vas por este camino que es más corto y le llevas algunas flores?.

Caperucita Roja no se lo pensó dos veces y se entretuvo recogiendo flores, mientras el lobo corría hacia la casa de la abuelita.

Cuando el lobo llegó a la casa de la abuelita, llamó a la puerta.

—¿Quién es? —preguntó la abuelita desde su cama.

—Soy yo, Caperucita Roja —dijo el lobo, fingiendo la voz de la niña—. Te traigo una cesta con comida.

—¡Entra, entra, Caperucita! —dijo la abuelita muy contenta.

El lobo entró y, sin perder tiempo, se abalanzó sobre la abuelita, y se la comió. Luego se disfrazó con la mantilla y las gafas de la abuelita, y se metió en la cama a esperar a Caperucita Roja.

Caperucita Roja llegó a la casa de su abuelita con las flores en un ramo y la cesta de comida. Llamó a la puerta y escuchó la voz del lobo imitando a la de la abuelita:

—¿Quién es?

—Soy yo, Caperucita Roja. Te traigo comida y flores —dijo la niña.

—¡Entra, entra, pequeña! —dijo el lobo, con una voz aguda.

Caperucita Roja entró y se acercó a la cama. Notó que su abuelita se veía un poco extraña.

—Abuelita, abuelita, ¡qué ojos tan grandes tienes! —dijo Caperucita.

—Son para verte mejor!—respondió el lobo.

—Abuelita, abuelita, ¡qué orejas tan grandes tienes!

—Son para oírte mejor!.

—Abuelita, abuelita, ¡qué dientes tan grandes tienes!

—¡Son para comerte mejor! —gritó el lobo, y de un salto, salió de la cama y se comió también a Caperucita.

Un cazador que pasaba cerca vio abierta la puerta de la casa de la abuelita y le extrañó, así que entró. Allí encontró al lobo en la cama haciendo la digestión.

Sin pérdida de tiempo, el cazador abrió la tripa del lobo y liberó a Caperucita Roja y a su abuelita, que se pusieron muy contentas y lo celebraron cantando y bailando.

En cuanto al lobo, el cazador le llenó la tripa con piedras y lo volvió a coser. Cuando el lobo se despertó, sintió sed y fue a beber al río, pero el peso de su tripa llena de piedras le hizo resbalar y caer dentro del río, donde se hundió y ya no pudo hacer daño nunca más.

Aquel día, Caperucita prometió nunca más hablar con extraños ni desviarse del camino. Y cada vez que Caperucita Roja visitaba a su abuelita, se aseguraba de seguir el camino correcto y estar siempre alerta.


Si te ha gustado el cuento y te has convertido en fan suyo (o del lobo), no te pierdas los chistes y adivinanzas sobre Caperucita Roja.