
Incluso la reina pensó que sólo el príncipe de sus sueños podría
traer con él un día tan maravilloso, y subiendo a la torre más alta
del castillo miró hacia el camino para verle: -¡Al fin! He ahí a un
pretendiente con el cual podré casarme sin rebajarme, pues es, seguramente
uno de los príncipes del Mediodía de que tanto he oído hablar-.
Bajó e hizo preparar una recepción para recibir a su huésped.
Ordenó al cocinero preparar los mejores platos, mandó engalanar el castillo con los más
caros adornos e hizo vestir a su servidumbre con los ropajes más elegantes, y todo el
mundo se alegró de que por fin hubiera decidido casarse.

Pero cuando todo estuvo listo y la reina se sentó en el trono, en
lugar de aparecer por la puerta el apuesto príncipe a quien todos esperaban, apareció un
humilde pastor, al que ella mandó perseguir y matar, aunque éste encontró refugio en la
garita de un miembro de la guardia.La reina se fué directamente a sus aposentos y no
volvió a salir en todo el día.
Todos se pusieron muy tristes, incluído el pastor, que pidió
alojamiento en el castillo.
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