Había un hombre que tenía la boca ¡tan, pero tan chica! que para decir tres, decía:
- Uno-uno-uno.
Había un hombre que tenía la boca ¡tan, pero tan chica! que para decir tres, decía:
- Uno-uno-uno.
- Uno-uno-uno.
Había un hombre que tenía la boca ¡tan, pero tan chica! que para decir tres, decía:
- Uno-uno-uno.
Un ciego era sospechoso de asesinato, pero lo dejaron libre. – ¿Por qué? – Porque no tenía nada que ver. 42