Era un señor tan chiquito pero tan chiquito, que se subió encima de una canica y se creía dueño del mundo.
Era un señor tan chiquito pero tan chiquito, que se subió encima de una canica y se creía dueño del mundo.
Era un señor tan chiquito pero tan chiquito, que se subió encima de una canica y se creía dueño del mundo.