Era una vez un hombre tan tacaño, pero tan tacaño, que cada vez que veía la misa los domingos por la televisión, la apagaba cuando llegaba la parte de las ofrendas
<p>Era una vez un hombre tan tacaño pero tan tacaño que cada vez que veía la misa los domingos por la televisión <b>la apagaba cuando llegaba la parte de las ofrendas</b></p>