Había una vez en una región del extremo Norte, donde la noche en
invierno dura medio año, una princesa más bella y más altiva que todas
las reinas de los países meridionales.
La princesa tenía numerosos súbditos que admiraban su belleza y
vivía en un castillo construido sobre las rocas de una escarpada montaña, desde donde se
veía el mar a los pies, y el infinito horizonte a lo lejos.
Pasó el tiempo, y la princesa se convirtió en reina cuando su anciana
madre murió.
Con su subida al trono, hubo varias cosas que cambiaron: Para empezar,
el pueblo al que gobernaba empezó a pedir cada vez con más insistencia la presencia de
un rey en el trono.
Además, el tiempo comenzó a cambiar, cada vez hacía más frío, las
temperaturas bajaban por momentos y cada vez era más extraño que el sol luciera en el
cielo como es debido.
En cuanto al primer tema, el de la falta de rey, ocurría lo siguiente:
los pretendientes, que venían de todas las partes del mundo, al oir hablar de la belleza
de la reina, eran rechazados sistemáticamente sin siquiera tener oportunidad de hablar.
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